Nunca lo quiso entender
Nunca lo quiso entender. Este blog es de música le decía. Pero al costado no dice eso!!! ajusticiaba.
Lógicamente ya no pude aguantar mas la presión. Que se le va a hacer, es la "patova" del blog.
Defensora de CazArte como pocas. Se a peleado contra todo comentario que no le gusto (por favor bajemos los decibeles que la gente se va espantar...cuak!!!), calificado cada nota que se publico (aunque la de mayor puntaje no fue mía, ni de quien pensó ella) e invitado a cuanta persona se cruzo por chat.
Por eso hoy publicamos una crónica escrita por ella: Marisol “Kchis” “patova Urbina....gracias!!!
Que la disfruten!!!...
...“La vida es una caja de chocolates, nunca sabes lo que te va a tocar” era lo que siempre repetía la mamá de Forrest Gump; y aunque mi mamá nunca me lo dijo, me gusta creer que sí. Nunca se sabe nada. Como cuando vas de vacaciones, nunca sabés si van a tocar lindos días…
En estas condiciones fui el pasado jueves 28 a la librería Quimue. Ya habían pasado las 9 de la noche y en la puerta me encontré con un Sr. Repartiendo pochoclos como cortesía de la casa.
“Permítanme que los abrace” lleva por título el nuevo libro de Carlos Galván, el cual se presentaba esa noche a un grupo selecto de personas… o personalidades… o personajes… o bueno… fulanos y menganas que vieron luz y entraron.
Fue en el patio de la librería, un escenario muy simple; no habían mas de 50 personas, por lo que se vivió un clima de intimidad y complicidad. El toque de distinción fue dado por los músicos Roberto Colo Parra y Fabián Urban (un gran amigo, cabe destacar) quienes interpretaron, con gran virtuosismo, obras tales como “agua y vino” de Egberto Gismonti y “música incidental campesina” de Leo Brouwer.
La magia invadió el ambiente y todos suspendidos entre los sonidos de las guitarras, fuimos deleitados por aquellos dos. A borbotones surgieron los aplausos. Julio Carmona, uno de los organizadores, leyó un fragmento del libro para que luego el mismísimo escritor comentara, con ingenio y talento, cómo y por qué surgieron los escritos.
Al final, un brindis con vino tinto, buenos augurios para el año que comienza y deseos silenciosos. El encanto se fue desvaneciendo entre el sabor de un exquisito malbec, dejando que cada uno de los asistentes tomara un rumbo distinto.